El jardín de los sentidos

La percepción y disfrute de un jardín se relaciona habitualmente con la posibilidad de mirar los colores y las formas, oler los distintos aromas que nos traen las estaciones, tocar las texturas de las hojas y las flores o incluso degustar los frutos de los árboles, pero hay jardines que se pueden escuchar, ahora en Alta Fidelidad.

Un espacio multiuso, una barbacoa en familia, leer hasta que anochezca, una charla con un amigo de visita, tomar el sol y refrescarse del calor con una ducha, desayunar tostadas y leer el periódico un domingo por la mañana o sencillamente admirar desde la ventana en un día frío y lluvioso, muchas son las cosas que llenan un jardín, no importa donde se halle, ya sea en el campo o en medio de la gran ciudad.
Ya es un poco tarde, y en casa de los Takahashi una sinuosa hilera de luces en el suelo nos guía hasta la entrada. En la parte de atrás, unas gigantescas velas de cera proporcionan una iluminación tenue y cálida. Parece que ya está todo listo para tomar un baño relajante en el ofuró. Después de asearse en la ducha, el señor Takahashi, sale al jardín cubierto con un albornoz japonés, estamos a finales de septiembre y por las noches empieza a refrescar. Tras desnudarse entra en el ofuró y se sumerge en el agua a 45º exactos hasta los hombros. Tras 15 minutos sale de agua, se cubre otra vez con el albornoz y entra de nuevo en su casa.
Los habitantes del Al Ándalus heredaron de sus antepasados de Oriente que los jardines no han de tener solamente valor estético y olfativo, si no que también podían ser una inagotable fuente de aromas y sabores. Incorporando gran cantidad de especies botánicas nuevas y con un innovador sistema de riego y aprovechamiento del agua, lo que fue la mayor potencia en desarrollo científico del momento, inició una auténtica revolución verde que ha supuesto el avance más importante en el mundo de la botánica que se conoce hasta nuestros días. 

